viernes, 4 de abril de 2008

“La despreciada”, de Bernardo Navia


Nadie supo nunca por qué. No quedan registros de aquello. El caso es que la señorita Leonides Benavides se había ganado el profundo desprecio de Rufino Aguilar. El mismo Rufino Aguilar que, a fines del siglo XVI, se convirtió en blanco de la Inquisición mexicana por haber proclamado a los cuatro vientos que había descubierto la fórmula que, según él, al beberla periódicamente, producía claras muestras de extraña longevidad, por decir lo menos.En el pueblo de San Miguel del Real, en México, en el sótano de su vieja catedral, todavía hoy se puede observar a la señorita Leonides Benavides. Está metida dentro de un frasco. Duerme en posición fetal todo el tiempo. Apenas come. Pelusas verdosas le cubren el cuerpo. No es más grande que una rata y una vez al año se mueve.

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